"Cuando todos los días resultan iguales es porque el hombre ha dejado de percibir las cosas buenas que surgen en su vida cada vez que el sol cruza el cielo." - Paulo Coelho

viernes, 19 de octubre de 2012

Sociedad


Me levanto, miro a mi alrededor y, ¿con qué me encuentro? Estoy yo, encima de una cama con un colchón, tapado por una suave sábana. Tras de mí, una mesa de madera con su flexo, sus libros y sus trastos inservibles. También una estantería que sirve de almacén, así como un armario empotrado en el que guardo la excesiva cantidad de ropa que utilizo para abrigarme. Aparte de eso veo cantidad de aparatitos electrónicos de última generación que me permiten “estar conectado con los demás”, junto a diferentes objetos para mi entretenimiento.
A simple vista un dormitorio común, como otro cualquiera. Y de hecho, así es: la gran mayoría de habitantes debe de tener una habitación bastante similar a la mía, con sus pequeñas peculiaridades, pero con la misma base. ¡Qué extraño! ¿no? Pues esto no es más que uno de los múltiples ejemplos con que se podría ilustrar la equidad de esta sociedad.
Somos un conjunto de personas que vivimos en una realidad común, centrados en un espacio limitado llamado ciudad, esto es, un conjunto de edificios en los que “vivimos” rodeados de calles, aceras, muros, semáforos y normas de circulación. Todo esto no son más que barreras, invisibles a los ojos de muchos, pero que condicionan de manera implacable nuestra existencia, al no permitirnos investigar este mundo a nuestro libre albedrío, diciéndonos a dónde debemos ir y por dónde hemos de hacerlo.
No obstante, no es esta ciudad el verdadero freno, sino todo lo que ello conlleva. Aquí dentro todos nos vemos forzados a hacer lo mismo: nacemos, se nos enseña a hablar y andar, así como a comportarse, pronto vamos al colegio, una cárcel para niños en la cual aprendemos lo que se supone que debemos aprender. Ahí dentro vas dejando de ser un niño, y te vas convirtiendo en el “adulto” que serás el día de mañana, pero de ahí también sacarás experiencias que te arroparán o traumatizarán en el futuro. Cuando ya eres mayor dejas al fin la escuela, para elegir, entre una limitada oferta, la carrera que deseas estudiar, para que, de este modo, puedas prepararte para el trabajo que realizarás durante los próximos 40 años. Al fin y al cabo, el trabajo no es más que una manera de mantener tu mente ocupada y centrada, mientras aportas algo a esta sociedad, a cambio de una recompensa económica.
Pero pensemos, ¿en que se gastará esta cantidad de dinero, variable en función de la importancia que la sociedad da a tu especialización laboral? Una gran parte va dirigida a la conocida hipoteca, es decir, una deuda que se acuerda con una entidad bancaria, la cual sacará un exacerbado interés, para poder tener un lugar con el que convivir en supuesta paz y armonía junto a tus familiares más cercanos. Además de eso tienes que pagar por usar la electricidad, el agua y el gas, así como para comprar los alimentos más o menos necesarios para tu supervivencia.
 Ahora mismo pensarás: bueno, al menos el resto eres libre de gastarlo en lo que tú quieras… ¡mentira! Lo que sobra de dinero, restando algunas necesidades secundarias, te lo gastarás en consumir aquello que quieren que consumas, lo perderás comprando productos que, según te han convencido, son vitales para ti. Pero eso es falso, no es más que una forma de tenerte inmerso en esta sociedad de consumo en la que, como años atrás, los ricos cada vez lo son más y los pobres tienen que lidiar con el banco para que no les echen de sus hogares.
 Una vez dentro, los acontecimientos se van repitiendo, pago de mensualidades, el seguro anual del coche y demás, puesto que estamos regulados por un reiterativo tiempo. Alguien decidió hace muchos años en algún lugar de este mundo, guiándose por los movimientos del planeta alrededor de la esfera solar, que cada día duraría 24 horas. Más tarde pensaría, ¿y si junto siete de estos días y me invento la semana? Y a esto les seguirían los meses de 30 o 31 días, los 365 que forman el año, luego los lustros, décadas, siglos, milenios…  Actualmente estamos en el siglo XXI, en el año 2011 de la era cristiana,  1389 de la islámica o en el año del conejo según la filosofía china. Diferencias que hacen patente la falsedad de estos sistemas de controlar el tiempo, puesto que es imposible saber con exactitud desde cuando existe este planeta o la raza humana.
En definitiva, nos encontramos en una realidad controlada por trozos de papel y pequeñas moneditas, coloquialmente conocido como dinero, que limita las preocupaciones de nuestra mente a un reducido número de banales pensamientos, dejando así a un lado lo realmente importante: la madurez vital de cada uno en su interior, las interconexiones que se forman entre unos y otros, la expansión de nuestras mentes y los sentimientos internos, gran tabú de nuestra sociedad.
“Vida ciudadana: millones de seres viviendo juntos en soledad.” – Henry David Thoreau


“Vida ciudadana: millones de seres viviendo juntos en soledad.” – Henry David Thoreau

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